domingo, 28 de junio de 2015

Lo que el viento se llevó

 
“No te pido que me perdones. Ni yo mismo sé si podré perdonarme. Y si una bala me alcanza me reiré por haber sido tan idiota. Sólo sé que te amo, Escarlata, a pesar de que a nuestro alrededor este mundo parece volar en pedazos. Te amo porque somos iguales, egoístas y astutos. Capaces de ver las cosas y llamarlas por su nombre.
He aquí un soldado del Sur que te quiere, que quiere sentir tus abrazos, que desea llevarse el recuerdo de tus besos al campo de batalla. Nada importa que tú no me quieras. Eres una mujer que envía un soldado a la muerte con un bello recuerdo. Escarlata, bésame, bésame una vez.” 

Juegos de niños

Hoy me he despertado pensando en aquellos juegos de niños.
Los paseos por tu barrio de Sarrià, donde desde un rincón contemplábamos el vaivén de la gente a través del tiempo. Ataviados de abrigo y paraguas corrían a sus respectivos quehaceres sin detenerse a contemplar como nosotros imaginábamos sus vidas. Vidas complicadas y apasionadas nos imaginábamos sin pensar en las nuestras. Quizá por eso nunca olvide la Avenida del Tibidabo. Por los recuerdos tuyos y míos, por las noches escondidos, por cómo imaginábamos las vidas de los ricos.
No era aquél nuestro barrio gótico y sin embargo se convirtió en la imagen de mi juventud contigo. Se me nubla la razón más tarde, al pensar en tu partida, ¡con la de veces que me contaste como añorarías a tu amada Barcelona! Y yo no lo dudaba. Fuiste tú quien me descubriste la ciudad mágica, aquellos rincones que siempre harán alusión a lo que hemos perdido.
Fueron los siguientes años oscuros en nuestra ciudad. Se me antojaba que nuestro alrededor, la gente había perdido ese encanto. No eran sus vidas historias sorprendentes, sino más de lo mismo, una sucesión de problemas, hipocresías y desengaño. 
En conjunto fue eso, aquella Barcelona de cuento de hadas se vio transformada en una ciudad de sombras en la que yo nunca había vivido.
Por eso sigo esperando tu regreso. Para ver si aún queda algo de esperanza para aquellos juegos de niños.
Alice

sábado, 20 de junio de 2015

Noches sin estrellas


Me rondas por la mente las noches sin estrellas ni nada similar en las alturas, especialmente en las de verano, como esta, en las que camino sola por los mismos callejones que nos vieron mirarnos a los ojos y sonreír con la mayor intimidad que podíamos entre el rastro que dejaba la gente de madrugada.
En esta noche recuerdo aquellos días, ya tan lejos... Y siento la nostalgia de lo que hemos vivido y lo que quedara atrás en poco tiempo. El no volver a vernos jamás me distrae el pensamiento y las luces de la calle embellecen este triste sentimiento.
Ya solo me queda recordar tu poesía, tu voz y tu filosofía que se torció quizá demasiado pronto, o tal vez aquello le ocurrió realmente a la mía. No lo sé y sin embargo ya poco importa, nunca volveremos a ser los mismos,  nunca volveremos a mirarnos, a sentir lo que antaño sentimos.
Quedarán nuestras risas, nuestra complicidad, grabadas en cada huella de cariño o de juventud. Quizá algún día nos recordemos el uno al otro y sonriamos felices por los momentos que tuvimos, pero yo ahora mismo, no puedo evitar un suspiro por lo que hemos ganado, y sobre todo por lo que hemos perdido.
Alice



domingo, 14 de junio de 2015

Recuerdos de la página ciento treinta y cuatro

Think of all the stories you could make up for this photo!  Very cool!
Me gusta pensar en ti los lunes por la tarde. Sobre todo cuando hace frío, me imagino que volvemos a la tierra que nos vio crecer, a los callejones que nos dieron cobijo en primavera, al mar que nos acompañaba las noches de luna llena, y a la farola de la esquina de tu calle empedrada, que nos alumbraba el alma las noches sin luna.
Me gusta pensar en ti tal y como te dejé marchar, para así tener de ti aquella eterna imagen del niño al que solía conocer, con el que solía soñar. Al fin y al cabo eras un niño despistado que me robó el entendimiento. Y eso lo puedo demostrar a cualquiera, tan despistado eras que te dejaste aquel libro tuyo de novela negra en el escritorio de mi cuarto, y yo, como la razón me la has robado y parece ser que aún la conservas, lo he dejado allí intacto, después de tantos años, con tu marcapáginas en blanco y negro señalando la página ciento treinta y cuatro.
Quizá me gustabas porque eras uno de esos hombres tristes, misteriosos que a las chicas resultan tan atrayentes. Sí, tal vez fuera por eso, por tu pasión por la fotografía o tu forma de suspirar. Tus prisas para llegar puntual a mi obra de teatro. Tu sosiego mientras te sentabas en la segunda fila, a la vez que nos mirábamos sin parpadear.
Será por eso que te dejé marchar. Porque no soportaba que alguien me obstruyera tanto. En el fondo bien sabías que yo era de esas chicas que prefieren tener el control sobre sí mismas, de las que prefieren que alguien le mantenga los pies en el suelo.
¡Y es que tu me hacías volar!

Alice