lunes, 31 de julio de 2017

Los sueños... ¿sueños son?



   Acabo de aterrizar de un sueño, se va quedando atrás y no quiero soltarlo, porque lo soñé desde hace tanto tiempo... Es un sueño de amor y locura, de ganas y risas, pero también de eco punzante que me apuñala en un gesto fugaz. No soportaría olvidarlo.
   Comenzó como un destello, una ilusión que encendió algo que hacía tiempo que no vivía, que no estaba segura siquiera de haber vivido. Y no me asusta, ¿será letal? Porque no me conocía y sin embargo, era yo más que nunca, auténtica.
   Ya noto como se aleja...
   Viví una danza traicionera hasta sentir el embrujo de la madrugada envolviéndome en su seno, un canto en silencio, arrullo sereno, constante y eterno.
   No puedo dejarlo ir...
   Prefiero morir a acabar con esto. Si lo que sentí fue cierto, no me arrepiento. No, esto sí mereció la pena. No más desvelos, quiero dormirme en este cuento. Advertía silencios y murmullos, de miradas no estaba exenta pero no pude evitarlo, me perdí en la vereda de la noche, aquella oscuridad, solo mía, desde la luna hasta las estrellas del viejo mundo fueron de mi dominio. 
   No me sueltes o caeré en mis recuerdos y eso sí que me asusta, ahora que conseguí volar en una noche de verano donde los corazones alzaban la verdad de un cariño ciego.
Pero, ¿puedo llamarte amigo? ¿O serás otro preso más del miedo y acabarás por matarme con un dulce engaño?
   La belleza de lo prohibido, se suele atravesar, es cierto, pero no tengo remedio. Si me hubieran visto pasear las calles con los sueños despiertos, flotando en el aire como un pájaro, que al fin y al cabo estaba ciego y herido. Porque supe que no podría volar muy alto, ni por mucho tiempo. Pero no lo di por perdido.
   ¿Qué será de mí al alba? Cuando ya las luces me hayan corrompido, cuando quede sujeta a un vacío sin sentido para mí. Ni yo misma quiero saberlo pero no tengo más remedio que aceptar el destino, que a aquel sueño no volveré y si acaso, me enrede en un camino de espinos.
   Y corrí hasta desfallecer por las calles desiertas, el eco de mis pisadas fue mi único compañero, ya no tenía tu abrigo, pero quizá en otro sueño...
  
   Y ya lúcida, tuve la certeza de que no fue ningún sueño.


Alice 

domingo, 25 de diciembre de 2016

Aunque sea sin querer

Sí, ya lo sé.
Abrí mis alas para partir tan pronto como llegué a aquella ciudad maldita en la que pasé el mejor período de mi vida, tan efímero como dos miradas que se cruzan en el gentío, como las nuestras en aquella estación, la que fue para mí el madero al que mi vida se aferró.
No fuiste tú el culpable, fui yo tal vez. Porque sólo con verte supe que no te podría tener. Me pregunto ahora que fue aquello que pensé, para olvidar mi sensateImagen relacionadaz y seguir adelante, adentrándome en tu locura. La prisión de mi soledad, quizá, que te dejó abierto de par en par mi corazón en plena boca de invierno. O fue el hecho de abandonarte tal y cómo aparecí en tu existencia, en silencio y con sigilo, como la pluma que te regalé, como mi vida. Pero tú nunca permitiste que aquella idea se alojara en mi mente. Tú, siempre tú. Que no me dejas ni marchar ni rendirme a ti.
Pero si no fue nuestra culpa, ¿de quién fue? A veces pienso que el delito lo cometió París, tan hermosa ciudad como era, abría heridas cuando hablaba ante nosotros, cuando nos llenaba el alma de luz y mariposas que lo invadían todo. París, tu musa, la que me vio florecer y también desfallecer.
Aquel pasado abrió una brecha en mí que aún no he sabido curar. No sé por qué, siento que te estoy traicionando a cada momento que no pienso en ti, es algo que no alcanzo a explicar. Pero luego caigo en la cuenta de que tú, que eres un cazador de historias, que usas la mentira para vencer al engaño y transmitir una verdad que está prohibida, nunca reparaste en mí cuando escribías, nunca dedicaste tu obra a mi inicial. Por eso nunca quise decirte cuánto adoraba aquellos mundos que creabas. Fue a través de ellos cómo te conocí, así reconstruí al niño que habías sido, del que tanto me hablaron, al que conocí y al que hoy no encuentro por ningún rincón.
Puedo decir que soy un espectro, soy aquel pasado que me hiciste vivir. Lo que tu eras es lo que soy y no puedo hacer nada para no volverte a perder una y otra vez en cualquier amanecer.
Cuando lo mejor de tu vida quedó atrás, ¿qué hacer? Sólo me queda cuidarte para toda la vida y quererte a través de tus escritos, así, en la distancia, aunque duelas igual. A cambio sólo te pido: recuérdame, aunque sea sin querer.

Alice

miércoles, 12 de octubre de 2016

Una ilusión inverosímil

   Él le dijo que nadie más, salvo ella misma, era un obstáculo en su camino.

   Ella contestó que quería escapar, ser alguien diferente... Que el universo se ensanchara ante ella como un lienzo de astros que custodian la noche silenciosamente, inmóviles.

   Repetidamente compartía con su alma el anhelo por aquella dulce fantasía, que cada madrugada se encontraba en sueños, tan vívidos y a la vez tan lejanos, que le dolía cuando se encontraba de nuevo con los ojos encendidos por un nuevo día. Como le ocurría a Hemingway, su mundo se desmoronaba cuando estaba despierta y tenía que enfrentarse a su cobardía.

 Para ella, incluso el tiempo había perdido su atractivo, no echaba de menos, no sentía. Obsesionada cada instante con sus ideas imaginativas acerca de una vida que no era la suya, una existencia ajena a este mundo y a lo que la rodeaba, sin saber que estaba cerca suya lo que más quería.

   Pero tras mucho sacrificio, apareció aquella ensoñación suya al mirarse al espejo con los ojos bien abiertos, y la fortaleza de una ciudadela antigua. Vaporoso vestuario, actitud seria pero comprometida. Subió al escenario. Como siempre, estaba sola, pero en su interior, más acompañada que nunca, no por un remolino de nervios que hacía temblar su esencia, sino por una quimera que asimilaba todavía.

   Puede que pareciese frágil, pero su mirada afilada no mentía, ni su silueta vacilaba al trenzar la vereda de su melodía, casi sin esfuerzo danzaba y hechizaba a cualquier criatura. Ahora su mente estaba absorta de aquellas miles de pupilas que habían comprado su entrada, sus sentidos funcionaban al margen de lo que palpaban. Había conseguido lo que tanto quería, convertirse en quien no era, un errante espíritu sin dueño, un navío sin faro, un mundo sin luminiscencia.

   Fue entonces, al verle en la primera fila, cuando abruptamente se dio cuenta, de que había sido ella misma todo el tiempo. Se alarmó al notar que no era fingir lo que ambicionaba, sino el escenario y el apoyo de su fiel conocido. Puede que su corazón estuviese roto, pero su piel relucía como la mejor perla del cofre de un tesoro y su esencia florecía como si fuese el mes de abril, y no el frío octubre. Ya no interpretaba un papel, ahora era ella quién se lucía.

   Entre cómplices miradas, acabó la función tal y cómo debía, si la perfección existiera, no sería muy distinta a ella volando al son de aquel ballet. Él no había dudado ni por un momento que aquello ocurriría.



Alice

domingo, 14 de agosto de 2016

¿Nos marchamos?

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   Tal vez algún día escapemos juntos. Cogeremos el primer tren que pose sus alas sobre el andén y entraremos precipitadamente corriendo, como si de fugitivos nos tratásemos. Probablemente los demás nos miren, la gente cuerda de este planeta, pero, ¿cuándo no lo han hecho?
   Me llevarás a correr, por calles que nunca antes había visto, de esas que están hechas de piedra y te destrozan los pies, pero ¿cómo iba a importarme esa tontería, si me estoy sumergiendo en bulevares cimentados de historia? Es eso lo que quiero, volver a nacer, sentirme una niña y dejarme querer por ti.
   ¿Quién sabe si algún día, asomada desde la terraza de algún lugar en medio de la nada alcance la luna? Siempre la admiré por poder provocar el fin de nuestro mundo si algún día le apetece descansar.
Pues, ¿qué sería de nosotros en la noche, sin la luna? No obstante, no quiero pensar. Esta noche sólo quiero bailar e imaginarme a tu lado, viuda del desasosiego y con anhelo de volar.

Alice